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El mejor discurso desaparece si no se domina la adecuada acentuación de cada palabra, la relación tonal entre una y otra, el ritmo y concreción del sonido de ese discurso. El orador transmite desgana, descuido y falta de compromiso. Se desdibujan los valores y el relato que quiere comunicar y, como resultado, quedan en evidencia la persona y la corporación a la que representa.
En EXCELENCIA DE LA PALABRA trabajamos todos y cada uno de los aspectos del discurso. Desde la oralidad -anterior a la oratoria y sin la cual aquella no existiría- hasta el relato personal aplicado al discurso, pasando por la gestualidad y el peso necesario que se debe tener frente a un auditorio.
Hacemos una labor que exige compromiso y entrega por ambas partes para ofrecer un resultado que perdura en el tiempo y que, sobre todo, cambia, para siempre, la vida de quien decide iniciar el aprendizaje.